domingo, 19 de junio de 2016

Ideología de género y violencia doméstica

La violencia en el ámbito doméstico es un grave problema que ha alcanzado dimensiones públicas. Hasta hace pocas décadas, imperaba una mentalidad machista la sociedad. Los conflictos conyugales se interpretaban como algo propio de la esfera individual y privada. No había medios adecuados para luchar contra una lacra que era prácticamente un tabú.
Poco a poco se fraguó la llamada “legislación de género”, que es un conjunto de leyes destinadas a desterrar el machismo, pero que tiene, al menos, 2 grandes fallos.

El 1º es conceder privilegios injustificados a la mujer que chocan frontalmente contra los principios de equidad, igualdad y justicia que deben imperar en las normas jurídicas. Son lamentables las situaciones que sufren algunos hombres, maridos, esposos, víctimas inocentes de la mentira y las denuncias falsas. ¿Por qué un hombre debe soportar la tortura de verse esposado, o privado de ver a sus hijos, por acusaciones infundadas? Es cierto que un gran porcentaje de casos de violencia en el hogar es del varón frente a la mujer. Pero también es cierto que hay muchos episodios de violencia de la mujer hacia el varón. ¿Por qué la violencia de la mujer contra el hombre no merece la misma igualdad de trato?
El caso en el que mejor se aprecia que la legislación de género es profundamente  desigual  es el de los matrimonios entre homosexuales. Los homosexuales están desprotegidos por los protocolos y normas que se activan cuando las agresiones ocurren en una familia formada por un hombre y una mujer. 
En los casos de violencia doméstica entre matrimonios del mismo sexo no se da la dicotomía “el agresor debe ser necesariamente varón” y “la víctima necesariamente debe ser la mujer”. 
¿Qué ocurre si un homosexual denuncia a su pareja por violencia en el ámbito familiar? Que el presunto agresor se libra de los grilletes, de ser trasladado a una comisaría o un cuartel de la Guardia Civil y de dormir esposado en un calabozo un fin de semana.
Pero es que además, y este es el 2º gran fallo de las leyes de género, no se respeta la presunción de inocencia del varón. Por desgracia, son cada vez más frecuentes los casos en España en los que un padre de familia se ve denunciado por hechos inexistentes o imposibles y tiene que soportar un arresto, sufrir medidas cautelares antes de tener un juicio justo, someterse a una petición de pena de prisión o incluso tener que soportar órdenes de alejamiento que se piden con el único objetivo de lograr posiciones ventajosas para la denunciante en los pleitos matrimoniales. Se ha creado todo un sistema de apoyo institucional y un marco legal que garantiza cierta impunidad a cualquier mujer que quiera poner por obra sus deseos de venganza contra el marido. Basta con que sea un poco astuta.
El sustrato de la ideología de género se alimenta de 2 fuentes: por un lado, de la vieja mentalidad marxista que defiende la perenne lucha de clases o de contrarios en la sociedad, y que trasladada al ámbito del matrimonio y la familia propugna que las relaciones de pareja están abocadas a la felicidad plena, o al peor de los fatalismos, entendiendo que hombres y mujeres están predestinados a ser enemigos enfrentados. La otra fuente es la ideología nazi, la más destructiva del siglo XX, defensora de que “la raza aria es superior a todas las demás”.
La intención de las leyes de género es luchar contra la violencia machista. Esas mismas leyes están generando muchas injusticias. Una injusticia no se combate nunca con otra injusticia. El fracaso de las políticas de género y de la ley confeccionada para erradicar esa violencia en el año 2004 es patente.  Los asesinatos aumentan cada año, y las denuncias falsas cada día.                                                                    


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